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Una tarde dentro del sumergible Limiting Factor

Actualizado: 28 ene 2022

Por Ángela Posada-Swafford / twitter@swaforini / www.angelaposadaswafford.com

Fotos: Angela Posada-Swafford


Enero 17.

Esta mañana fui a recorrer la maravilla tecnológica que está permitiendo la exploración tripulada a las profundidades máximas del abismo. La tripulación ha sido sumamente amable, y ha extendido esta invitación a otros de nuestro equipo del IMO-Universidad de Concepción. Ya tendremos ocasión de cotejar impresiones con todos ellos.


El sumergible Limiting Factor, concebido por Triton Submarines (https://tritonsubs.com/) a pedido expreso de Victor Vescovo para Caladan Oceanic (https://caladanoceanic.com/), duerme en su hangar en la popa del buque. Siempre he dicho que el aparato parece un gran cojín blanco mullido, para el sofá de algún gigante.

En realidad, se trata del único sumergible del mundo tripulado certificado para bajar a las profundidades máximas no una, sino múltiples veces. La increíble resistencia de su esfera de titanio grado 23 fue probada en la cámara de presión hidrostática más grande del mundo, en un instituto de investigaciones de Krylov, Rusia, una fantástica reliquia de la Guerra Fría. Las especificaciones para la certificación del sumergible indicaban que debería resistir una presión equivalente a los 14,000 metros, es decir mucho más de la que hay al punto más profundo del planeta: la Fosa de las Marianas, que alcanza los 10,925 metros. En otras palabras, el casco y la esfera del Limiting Factor aguantan 16,000 libras por pulgada cuadrada, el equivalente a 290 aviones 747 cargados de combustible empujando hacia adentro con esa misma fuerza.


El técnico Chris May, que también es uno de varios pilotos del sumergible, me da primero un recorrido por el exterior, indicándome cómo ese revestimiento blanco es en realidad una espuma sintética que consiste en diminutas esferas vacías hechas de vidrio que están unidas por una resina. Aunque la espuma misma es pesada, las esferitas de cerámica le dan flotabilidad. “Es el único material que puede crear flotabilidad para un submarino que pesa varias toneladas, evitando al mismo tiempo que no lo aplasta la presión”, explica el joven y rubio submarinista británico.


Chris me muestra también cómo los cables de electricidad, comunicaciones y todo lo demás, están dentro de gruesos tubos y cajas inundados de aceite, una sustancia que también es resistente a la presión. Y luego señala el sistema de pesos que sirven como el lastre para que el submarino se hunda, así como los geniales motorcillos que impulsan al aparato en todas direcciones.



Foto: Ángela Posada-Swafford


Finalmente llega la hora de entrar al sumergible, para lo cual había que salir del hangar protector, subir por una escalerilla hasta el techo del aparato y colarse por entre una escotilla asombrosamente diminuta. Y aquí la cosa se me puso un tanto complicada, ya que esa escotilla externa es en realidad un largo tubo con estrechos escalones a los que hay que agarrarse como que la vida te va en ello, para llegar a una segunda escotilla que se abre ya al interior del sumergible. Aquí hay que poner un pie en un delgado apoyo, y ya entonces es posible sentarse en uno de los dos cómodos sillones que ocupan casi todo el espacio.




Me sentí orgullosa de entrar en el Limiting Factor porque mi primer intento fue fallido: pasé la primera escotilla, y me quedé allí paralizada, negándome a seguir porque me parecía que no tenía dónde poner los pies. Una hora después lo volví a intentar, con éxito. Y fue una inolvidable experiencia. Es como estar dentro de una pequeñísima nave espacial de paredes negras, forrada en su interior de interruptores y botones. En medio de las dos cómodas sillas, está el joystick que sirve de timón para orientar al aparato en todas direcciones, incluyendo el moverse lateralmente, como un cangrejo. Y enfrente, casi al nivel del piso, hay tres ventanitas redondas que obligan a agacharse hacia adelante para ver el exterior. Son otra maravilla tecnológica, gruesos conos de polímero plástico pulidos a la perfección.


Casi 50 minutos permanecí allí sentada, inmersa en mi propio mundo de inspiración, escuchando a Chris hablar de cómo soltar los pesos del lastre, cómo llamar a la superficie, cómo leer la pantalla, cómo cambiar el depurador de gas carbónico y sobre todo cómo pronunciar “XRay-XRay-XRay” (el equivalente al Mayday de los buques y los aviones) en caso de emergencia para recibir instrucciones de la superficie… una perspectiva algo sobria.


Después vino la cuestión de salir de la esfera…porque el reto del Limiting Factor no es solo entrar sino salir, para lo cual había que repasar los pasos a la inversa, colocando el pie en el delgado apoyo, pasando la escotilla de abajo e iniciando el ascenso por con las piernas apoyadas a horcajadas sobre las dos filas de estribos. Puedo decir que salí invicta de mi pequeño Everest. Pero hacer lo mismo cuando el buque está moviéndose en altamar, con los peldaños mojados, y especialmente hacerlo después de 10 horas de estar encogido en una silla, eso ya es otro cantar.


Tampoco hablemos de las 10 horas sin ir al baño. Pero eso ya es tema para más adelante. ¡Que viva la exploración extrema!









 
 

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